Y me mostró el maestro Melquisedec:
Un espejo. Este espejo tiene dos lados y ambos reflejan mi caminar. Salgo desde el centro del espejo y camino a la derecha siguiendo la luz, y automáticamente sale mi sombra del mismo espejo hacia el lado contrario. Camina hacia la oscuridad. Comprendo que mi tendencia de querer hacer, es la que provoca tremendo desastre. Mientras más luz, más oscuridad. Mientras más bien, más mal.
Entonces me queda volver al centro. Vuelvo al centro y descubro que el único lugar al que debo caminar es hacia el orden. Entonces tengo la visión de los planetas que siguen su órbita sin desviarse, y descubro que así es mi camino, y que no tengo más opción que seguir mi órbita.
Esta órbita va en dirección al orden.
Salgo del espejo sin buscar nada, solo siguiendo el orden de la vida y de las cosas. De inmediato sale mi sombra hacia el lado contrario del espejo, y muestra que del otro lado está el caos.
Voy voluntariamente al orden mientras mi lado más desconocido va hacia el caos. Las polaridades tienen sentido dentro de mí al ser experimentadas de esta manera. El caos provoca regulación y genera nuevos órdenes.
Resuena dentro de mí un camino en el centro, en donde está el equilibrio. Acepto los caminos de orden y caos como mandatos divinos y me siento valiente para caminarlos.
Despierto del sueño y me siento presente. La danza continúa con un nuevo orden en mi vida o quizás un nuevo caos.
Renacer duele hasta en los huesos, pues hay puntos de mi cuerpo muy sensibles. Danzar es vivir y reintegrarme.
Estoy aquí.